“Yo soy la vid verdadera,
y mi padre es el labrador.
y
todo aquél que lleva fruto, lo limpiará, para que
lleve más fruto.”
Juan
15:1-2 RVR
Si a un niño le
quitas su juguete o dulce seguramente llorará, si a un adolescente le quitas
sus permisos enfurecerá, si a un adulto le quitas sus logros se deprimirá y a
nadie nos gustaría estar en sus zapatos ¿verdad? ¿a qué crees que se deba esto?
Tal vez pienses que es porque les pertenece, ellos lo adquirieron o se
esforzaron por ello y que es injusto de que se los arrebaten. De hecho es
porque el ser humano siempre tiene en mente que todo lo que tiene le pertenece
por default, es decir, todo me lo
merezco y se les olvida que hay uno más alto que nos bendice en su grandiosa
misericordia.
Suena cruel que
a la vid la limpiaron, pues al pámpano ya le colgaba bastante fruto, pero ¿acaso
por tener un montón de fruto echado a perder, será mejor? Al contrario por el bien
de la vid es limpiada, estará más sana y producirá más. En la vida así es, a
veces Dios nos da una limpiada para que entonces seamos de mayor bendición;
nada es tuyo, no te pertenece, ya que solo eres el pámpano (la ramita que une
el fruto a la vid), así que deja de quejarte y refunfuñar del porqué de las
cosas y mejor agradece. ¡Qué difícil!
Sin embargo es
mejor ser limpiados que quitados del mapa, pues si en la vida no aportas nada,
ya sea en casa, la iglesia, la sociedad… seguramente tu misma vida estará en juego, y no porque Dios te vaya a
matar o te este dando sentencia de muerte, sino que aquello que no sirve, pues
hasta nosotros lo desechamos ¿o no? Ahora bien, Dios –el labrador- anhela profundamente que estés bien y darte el
cuidado necesario para que des mucho fruto, a través de tu relación con
Jesucristo –la vid-. Apegado a él
tendrás los nutrientes necesarios para existir, crecer y madurar. Sé un joven
lleno de Dios para dar siempre mucho fruto.
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