" y lloraba yo mucho porque no se había hallado a ninguno digno de abrir el libro, ni de leerlo, ni de mirarlo." Apocalipsis 5:4 RVR
Este verso lo escribió el discípulo Juan en la Isla de Patmos, encerrado -a cadena perpetua- por creer en Cristo Jesús, recibió una revelación de Dios y lloraba mucho ¿no has llorado tú mucho? De esas ocasiones que ya ni lágrimas tienes, pero el dolor es tan profundo que desearías continuar, continuar y continuar... Pues Juan lloraba mucho por no encontrar a alguien, por un momento pensó que no había esperanza...
En el caso de Juan, no era por él mismo y mira que tiene muchos pretextos para hacerlo (una de ellas es estar en la cárcel), su dolor no provenía de sus circunstancias humanas sino por aquello que Dios le reveló: no había quien en los cielos y en la tierra quien abriera el libro de la vida. Pensándolo bien, aunque escarbara en todos los tiempos, nunca lo hubiera encontrado; sin embargo al continuar el texto -que te invito a leerlo- sólo se halló digno al Cordero, que es el Hijo de Dios, a Cristo Jesús.
Lo que hacía llorar en realidad a Juan era entender que la humanidad necesita una oportunidad, de ser parte de la eternidad, de aparecer en el libro de la vida eterna, que la máxima creación de Dios -que es el hombre- permanezca a lado de él por la eternidad. En ocasiones por tener nuestros ojos en la tierra, en esto que perece y desaparece, muchas veces no caemos en cuenta que esto es pasajero y que al final de los días tenemos un mejor lugar que es la eternidad. No llores mucho, mejor acércate a Cristo y él calmará esta desesperanza.
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