“Mas el que me
oyere, habitará confiadamente y vivirá tranquilo, sin temor del mal.”
Proverbios
1:33 RVR
No somos de palo,
ni tenemos orejas de pescado, pero nuestra actitud es parecida. Dicen que un
pez, además de no tener orejas, tampoco tiene suficiente capacidad de memoria -sólo 3 segundos aproximadamente-, pues pierde todo lo anterior y vuelve a
empezar, así hasta que muere. Aunque ya se ha descubierto que no es así[1],
la expresión sirve para reflexionar cuanto retenemos y si prestamos atención.
Es importante oír
con claridad las instrucciones de los padres, pues te preparan; Dios en su
magnífica sabiduría te ha mandado unos instructores que te enseñarán a
escuchar, prestar atención, analizar y ser preciso con lo que haces o te dicen que hagas.
Aparentemente no se ve muy ilustrador recibir una orden, pero cada vez que tú
escuchas o haces conciencia en lo que se te pide, vas aprendiendo, te vas
alistando, y te vas ejercitando a obedecer.
La obediencia es
parte de saber escuchar, te evitará regaños, castigos “bateadas de babas”
porque harás las cosas bien; entonces estarás tranquilo y confiado de estar
haciendo las cosas bien. Jesucristo aprendió a escuchar, seguramente primero lo
hizo con sus padres terrenales y más tarde con
el Padre Celestial, no creas que se saltó esta materia sino que la
experimentó en carne propia al morir en la cruz por ti y por mí. No hubiera
cumplido su propósito en la tierra si se hubiera hecho el sordo; sin embargo hoy
está sentado junto al Padre, tranquilo, sin temor del mal, pues ha cumplido
todo lo que se le pidió, solamente por saber escuchar. Wow
No hay comentarios:
Publicar un comentario