“Porque en su
mano están las profundidades de la tierra, y las alturas de los montes son
suyas.”
Salmos 95:4 RVR
¿Te imaginas
vivir bajo el asfalto? Y no porque hayas muerto sino porque andas de paseo en
un centro comercial construido en lo profundo de la tierra. Hoy en día hay una
gran variedad de estas ciudades y muy modernas; su finalidad es disfrutar,
conocer -en países muy fríos- poder ir
al cine, ir de compras, tomar café, etc.
En la antigüedad las
ciudades subterráneas tenían otro fin, algo más que la diversión, eran escondites
o refugios que construían para no estar expuestos al enemigo y así poder
sobrevivir. Los primeros cristianos utilizaron catacumbas para poder reunirse, tener sus enseñanzas, para ser
librados de encarcelamiento o muerte. Se cree que vivían familias completas, en
Capadocia hasta dos mil gentes, tenían de todo y podían vivir mucho tiempo ahí,
eran un mundo subterráneo.
Las ciudades
subterráneas son una novedad para las nuevas generaciones, pero no para los
antiguos o para Dios. Para Dios nada nuevo hay debajo del sol, en sus manos
está la tierra, ya sea en lo profundo o en lo más alto; así que disfruta de tu
ciudad, está en las manos de Dios, lo que hagas o dejes de hacer él lo sabe, no
hay escapatoria para este amor, su cuidado y protección, todo es de él, las
profundidades de la tierra y los rascacielos, ¡qué más da!
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