pecados fueren como la grana, como la nieve serán
emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí,
vendrán a ser como blanca
lana.”
Isaías 1:18 RVR
Dios en su inmenso amor suplica a
la humanidad a acercarse a él, aclarar aquellas diferencias que se pudieran
tener o entablar nuevamente (si es que la hubo) una relación con él. ¿Te puedes
imaginar a un presidente o a un rey suplicar a un mendigo que le hable? Esto es
insólito, ¿en dónde se ve este tipo de sencillez y corazón? Solamente un
corazón de padre lo hace.
Si quisiera el hombre ponerse a cuentas
con Dios, no nos saldrían las cuentas, le debemos tanto que ni la vida nos
alcanza para pagarle; simplemente mira a tu alrededor y verás que gozas de
muchas cosas que aunque tu fuerza o intelecto lo logró, esta fuerza,
inteligencia, aliento, tiempo… han sido otorgados por Dios, todo vuelve a él ¿Cómo
pagarle a quien te permite respirar cada segundo? ¿Cuánto dinero costaría darle
a Dios para que te diera “el pase” para despertar cada mañana? Cada vez que lo reflexiono no me salen las
cuentas.
Ahora bien, hay tanto pecado en los
corazones que no podríamos ni acercarnos a Su majestad, Su persona es pura y
santa ¿cómo le harías? Sin embargo, él piensa en todo, para que tengas esa
comunión con él, que no haya obstáculo o forma de pago (porque no lo hay) envió
a lo más amado: a su Hijo, a morir en la cruz, Su sangre permitió estar
emblanquecidos o puros ante Su presencia y aunque no salgan las cuentas, todo
nuestro pecado es borrado y limpiado, al
reconocer y creer en su Hijo Jesucristo. ¿Qué señor entrega a su hijo para amar
a un mendigo? Sólo nuestro Dios, no lo menosprecies y recíbelo en tu corazón.
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