Este versículo habla de la promesa
que Dios le dio a Abraham, un personaje que creyó en un Dios que dice, llama,
proclama, declara, decreta, explica, menciona, señala, revela, determina,
expresa, indica, pregona, publica, difunde, expone… ideas y planes que ningún
hombre se imagina. Porque Dios no piensa igual a ti, sus pensamientos (si no
estamos enlazados a él) están tan lejos
de las pobres ideas del ser humano.
Por eso, estamos en diferentes dimensiones
cuando hablamos con él; la Biblia es clara al mostrar en cada línea que existe
un Dios impresionante, poderoso, lleno de un profundo amor y deseo de
bendecirnos, pero la mente humana y finita piensa que este Dios no puede…¡Cómo! ¿Por qué?
Y nuevamente nos encontramos hablando
con un Dios que está en el último piso del rascacielos y nosotros en el sótano.
La dimensión de Dios es de tal
volumen, anchura y medida que nuestra mente pequeña e insuficiente no alcanza a
comprender que si él llama o bendice
algo, es tan real y claro como el día, aunque hoy en este instante no
exista. Él hoy te llama, desea bendecirte, que seas su hijo y vivas con él en
la eternidad con su Hijo Jesucristo, él es el camino que une a este gran Dios
con la humanidad. Las diferentes dimensiones son rotas por Jesucristo, a través
de él conocemos y entendemos que Dios con sólo decir o llamar las cosas… serán
¡wow! este es mi Papi, espero y te reto a que de igual forma lo hagas tu Padre
Celestial.
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