“Y ha puesto eternidad en el corazón de ellos, sin que
alcance el hombre a entender la obra que ha hecho Dios… “ Eclesiastés 3:11 RVR
Hubo una mujer que tuvo una “vida
loca”, desde niña no fue muy quietecita que digamos, de joven mostró ser muy
“open mind” a pesar de que en su época a la mujer se le oprimía mucho. Su vida
fue llena de sinsabores, éxitos, inmoralidad, ansiedad, pérdidas, miedos en su
interior (así lo expresa en su biografía[1]).
Siempre le causó inquietud la existencia de Dios, debido a ello hizo varias
obras poéticas y en especial Décimas a
Dios[2],
en su poesía cuestiona, divaga, imagina, reclama, adora y reconoce a Dios.
Su vida pudo haber recibido el
bálsamo de amor que sólo Jesús da; todas sus dudas, temores, cuestionamientos,
su soledad, desviaciones y fragilidad hablan de una profunda necesidad de un
Salvador, Maestro, Amigo, Consolador o Señor sobre su vida. Y aún así, a
sabiendas de su condición, supo reconocer quién era Dios. ¿Sabes qué no tienes
que vivir una vida tan confusa? ¿Tener una existencia tan sola? Jesucristo
conoce de nuestra necesidad, entrego su vida para salvarte de esto.
Esta poeta dejo un legado
literario, pero ¿por qué mejor no dejar un legado eterno? Que nuestra vida sea
el mejor aroma que pueda dejarse en la tierra y no precisamente por la
perfección de ejemplo que seamos, sino porque reflejamos a Jesucristo quien nos
salvó y renovó el corazón. Además, no sólo dejar décimas a Dios, sino cientos
de obras para él como consecuencia de su toque de eternidad en nuestro ser.
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