“No temáis; ¿acaso estoy yo en
lugar de Dios? vuestros pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a
bien…” Génesis 50:15 RVR
Hay dos cosas terribles: ponerte
en el lugar de Dios (por juzgar a medio mundo) y la otra, ser esclavo del que
te daña. Me ha sucedido, he estado en cualquiera de estas dos terribles
posiciones ¿y sabes qué? Ninguna
posición me ha ayudado, al contrario, me ha hundido en arenas movedizas, en las
cuales cualquier movimiento que yo haga, me pone en una situación peor, de vida
o muerte.
Mas la misericordia de Dios es
grandiosa, porque al leer su Palabra he descubierto que no tengo por qué ser
Dios y no tengo por qué ser esclavo. Jesucristo me ha hecho libre, a él no le
importa mis deficiencias, ni las del vecino porque ya las
pagó con su vida… entonces pienso –comparando su sacrificio- que lo que hizo mi
cuate (a) de a lado no es tan grande, si Jesús perdonó mis fallas, yo puedo –en
él- perdonar las del otro (a).
Dios siempre encamina a bien las
cosas malas que nos suceden, si recurres a él. Él ve tu obediencia, tu deseo de
hacer las cosas correctas, si te has equivocado te dará siempre una segunda
oportunidad. Perdona las deficiencias humanas, de tus padres, amigos (as),
hermanos (as) cuando se equivocan; Dios corregirá tu andar y el de los demás, si se
dejan, jajajaja. Perdonar es pasar por alto la ofensa, dejar las cuantas
canceladas y no pasó nada… ¡qué! Bueno si, una enseñanza del profundo amor de Jesucristo
por ti que se ha olvidado de todo lo mal que haces y que aú así se atreve a
perdonarte y creer en ti. Es tiempo de ser como él ¿o no?
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