y pusieron en
ellos fuego, sobre el cual pusieron incienso,
y ofrecieron delante de
Jehová fuego extraño, que nunca
les mandó.”
Levítico 10:1 RVR
Seguramente tus padres alguna vez
te han dado una indicación y no la hiciste; las consecuencias ya me las
imagino: desde un regaño hasta un castigo… -ja, todos lo hemos vivido. La
naturaleza del corazón del hombre es como ir al revés; si te dicen pon atención, ni lo haces; cuando
te piden que te calmes, creo que más te enojas; ni se diga cuando te piden
alguna tarea extra… mejor dejémoslo así,
somos “medios contreras” ¿o no?
Esa forma de vivir a nuestra
manera, en esa ley de “yo hago lo que quiero”, de desobediencia y rebeldía,
también se ve reflejada con nuestra relación con Dios -aclaro, si tienes una
relación con Dios, no debería ser así-. Pensamos que cuando Dios nos habla, lo
hace porque no ha de tener que hacer o tal vez que no quiso decir eso, entonces
hacemos lo contrario… ¡ups! ya te
imaginarás los resultados.
Nadab y Abiú fueron dos jóvenes que
sabían las instrucciones, pero no hicieron lo que se les indicó, es más,
hicieron lo que no se les pidió, el resultado fue catastrófico: la muerte. Eso
exactamente sucede hoy en nuestra vida espiritual, (y lo digo con todo respeto
y temblor porque yo también me veo reflejada en ello cuando no hago las cosas
correctas y exactas) morimos cada vez que desobedecemos; desobedecer es no
hacer lo que se te pidió o instruyó… ¡híjole! ¿cuántas veces no hemos muerto?
Tengamos mucho cuidado, tengamos respeto y poner muchisísísísisíma atención a lo que Dios nos pide, y si fallas
con todo el dolor y arrepentimiento pídele a Jesucristo te perdone y limpie tu
maldad[1],
para así poder caminar con Dios en total unidad.
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