para los
hijos de mi madre. Puse además cilicio por
mi vestido, y vine a serles por
proverbio.”
Salmos 69: 8 y 11 RVR
¿Te has sentido alguna vez la oveja negra de la familia?
Pues no eres el único, el versículo que acabas de leer es del Rey David ¿cómo
ves? Él vivió también este tipo de sentimiento o rechazo por parte de su
familia ¿y sabes qué es lo sorprendente? Que
a pesar de lo que vivió no lo marcó para toda la vida.
El Rey David tuvo una actitud correcta ante tal rechazo, primero
fue a Dios, el salmo expresa sus más íntimos secretos y se los declaró a quien
debía y podía ayudarle. Así que pregúntate, si tú vas con quien debes o vas
sólo a llorar y a quejarte con quien tiene poder limitado. Segunda cosa que
hizo bien, no se quedó con ese concepto de sí mismo para toda la vida, sino que
al expresarle a Dios su sentir, él recibió consuelo y la perspectiva correcta
de quien era él, de tal manera que llegó a ser el rey de una nación. La
tercera: le creyó a Dios, no todo quedó en rencor o “me las pagarán los que no
me creyeron o me rechazaron”, al contrario, puso la vista en Dios quien podía
mirarlo de manera diferente y ayudarle.
Ahora te toca a ti poner la mirada en Dios…si continuas lloriqueando
por los rincones seguramente te amargarás y te quedarás hundido en tu
autocompasión y rechazo, pero si le crees al que todo lo puede, él ciertamente
hará que todo sea a tu favor y te llevará a cumplir el propósito por el cual Él
te creó. Así que no hay excusas, no eres una oveja negra, eres la oveja de Dios. “ )
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