
“El que hiciere hoyo caerá en él;
y al que aportillare vallado, le morderá la serpiente. Quien corta piedras, se
hiere con ellas; el que parte leña, en ello peligra.” Eclesiastés 10:8-9 RVR
Muchos hablan de que a toda acción hay una reacción; -sin asegurar- creo que la mayoría de la gente sabe de esta ley, es decir, si haces algo, ya sea bueno o malo habrá una reacción en aquellos en quienes lo hagas. Sin embargo, aunque se es consciente de esto, nos enojamos, nos deprimimos o nos rehusamos a recibir las consecuencias.
Si muy joven tienes una relación
sexual, lo más seguro es que en reacción a esto, seas un papá o mamá muy joven
(¡qué susto verdad!) pero no sé por qué piensa el joven que él o ella será la
excepción, pero sinceramente no será así.
¿Otro ejemplo? Si tienes un amigo (a) que gusta de algún vicio: beber alcohol,
ingerir drogas, fumar, ver pornografía y otros que tú sabes, por la amistad que
llevas, lo más seguro es que cederás a sus presiones, en mayor o menor grado,
lo harás sino sales corriendo de esa relación.
Eso es a lo que se refiere los
versículos anteriores, lo que hagas se volverá a ti, si estás invirtiendo en
algo, habrá frutos, quieras o no, es parte de. La Biblia fue escrita mucho antes
que Isaac Newton
creará esta ley[1]; la Biblia ya manejaba este principio, y muy claramente, te advierte para que observes, analices qué haces, si peligras; pues indiscutiblemente recibirás los efectos o reacciones de tus acciones. No necesariamente negativas. Si estudias…pasarás…terminarás una carrera… bla, blá,bla… Así que ponte “buzo”, piensa más en tus acciones y no caigas en los propios hoyos que cavas.
[1] “Con toda acción ocurre siempre una
reacción igual y contraria: o sea, las acciones mutuas de dos cuerpos siempre
son iguales y dirigidas en sentido opuesto.”
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